Penélope Haro > Bitácora > La carrera > Diseñar sin disfrazar: branding auténtico sin maquillaje
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¿Autenticidad o performance con filtro?

Vivimos tiempos donde todo parece tener una versión editada. Hay apps para afinar tu cara, tu voz, tu piel… y sí, también tu marca. Hoy puedes tener presencia digital sin identidad real, estética sin sustancia, y un feed perfectamente curado que no dice absolutamente nada.

Pero aquí va una verdad incómoda: el diseño no sustituye la falta de esencia. Puede maquillar, claro. Puede simular. Puede impresionar. Pero si lo que estás construyendo es un disfraz visual que intenta ocultar la falta de propósito, tarde o temprano el disfraz se resbala. Porque el branding, cuando es solo imagen, se vuelve vacío. Y el vacío no conecta, por más bonito que se vea en mockups.

Hay una gran diferencia entre diseñar y disfrazar. Diseñar desde la autenticidad es traducir lo que eres en lenguaje visual, verbal, simbólico. Disfrazar, en cambio, es construir una fachada para parecer algo que no eres. Y lo segundo es más común de lo que parece, sobre todo cuando hay miedo de ser diferente, de ser claro, de ser vulnerable. El maquillaje sirve para resaltar rasgos, no para inventarte una cara nueva.

Diseño como espejo, no como máscara

Un buen diseño no crea una identidad: la revela. Funciona como un espejo limpio, no como un filtro de Instagram en esteroides. Cuando se diseña desde lo profundo, el resultado se siente natural, sin esfuerzo, como si siempre hubiera estado ahí. No se ve impostado, no necesita gritar, no fuerza mensajes que no nacen del centro.

Por eso, antes de pedir una nueva imagen, el reto está en afinar el mensaje. Entender qué quieres decir, cómo lo dices y desde dónde lo estás diciendo. Las marcas más potentes no son las que tienen la paleta de colores más innovadora, sino las que saben quiénes son y lo comunican con claridad brutal. A veces eso implica incomodar, ser menos “comercial” y más real. Pero también ahí está la magia: cuando te atreves a no agradarle a todos, comienzas a conectar con los que realmente importan.

La trampa de lo estético sin alma

No es casual que muchas marcas se vean idénticas. Mismos colores neutros, mismas fuentes serif elegantes, mismas fotos de manos sosteniendo tazas. Se ha vuelto una estética estándar para comunicar “soy seria, soy profesional, soy cool”. Pero cuando todas las marcas se ven igual, se diluyen. Se convierten en ruido de fondo. Y lo que empezó como una aspiración a la estética termina siendo una renuncia al carácter.

El diseño debería ayudarte a destacar lo que te hace única, no a camuflarlo. Si tu branding busca agradar en lugar de expresar, estás construyendo una fachada, no una marca. Y créeme, el público lo nota. Aunque no siempre sepa explicarlo, lo siente.

Diseñar con intención, no con miedo

Si tienes que elegir entre ser “coherente con tu verdad” o “encajar en lo que se espera”, elige lo primero. Siempre. Porque una marca auténtica se sostiene en el tiempo. Una marca que finge, se agota. Se le notan las grietas. Y tú no estás aquí para sostener una actuación perpetua.

Diseñar sin disfrazar es un acto de honestidad. Es tener el valor de contar tu historia como es, no como crees que debería ser. Es dejar que tu identidad se exprese con claridad, aunque no sea la más “trendy”. Es confiar en que lo real, aunque imperfecto, siempre es más potente que lo artificial perfectamente ejecutado.

Y sí, es probable que con eso no le gustes a todos.

Pero también es muy probable que empieces a gustarte más a ti misma.

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