Penélope Haro > Bitácora > La carrera > Hoy brindo por la maestra en mí
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Me permitiré poner más foco sobre mí que el que me doy oportunidad habitualmente. Ha sido una semana de reflexiones y agradables sorpresas, las que me llevaron a vaciar mi pensar en ceros y unos. Pixeles blancos y negros. Letras digitales.

Ha sido un año de infinidad de aprendizajes, cambios de paradigmas, torres de Jenga derrumbadas y caminos re-calculados.

Veo la ruta caminada de los últimos 365 días y siempre me hace eco una charla con mi maestro el alquimista… “Estás viendo una ola gigante venir frente a ti, estás embelesada mirándola, pero no has ido ni por un salvavidas… se te vienen tiempos difíciles y tendrás que prepararte”. Cuando sucedió la charla, yo meramente reía. Cuando llegó la ola, seguía riendo (y pensando, “oh vaya, tenía razón el Hakim”). Como he podido, he sacado la cabeza en plena oleada. Me he probado capaz de cosas inimaginables para mí en otros años, en otros tiempos.

Hoy recuerdo cada nota que alguien guardaba a forma de reto, cada vez que por necedad yo sacaba a relucir el Síndrome del Impostor. Notas que eran guardadas a forma de recordatorios… (Gracias Javi)

“Hoy 14 de abril de 2016, Penny dijo que no dará clases en línea, menos para maestría, imposible…” “Hoy 19 de abril de 2018 Penny dijo que nunca iba a ser madrina de generación. Sabemos que está equivocada.” … “Hoy 20 de enero de 2014 Penny dijo que jamás podría trabajar en Google, que está fuera de sus posibilidades.”…

Como esos recordatorios había otros más. ¿A qué voy con esto? Que yo misma profetizaba el siguiente reto. ¿Google? ¿Cómo? ¿En Guadalajara? ¿Una publicista? … El destino me alcanzó 2 meses después de haber lanzado las maliciosas palabras “yo nunca” o “yo jamás”. Me ofrecen ser líder de Google Business Groups for Women Chapter Guadalajara. Tengo reuniones con Palo Alto y descubro que lo que tenía que decir realmente tenía algo de valor para ellos.

¿Dar clases en maestría? Sí, sí pude… no me fue nada mal me parece. ¿Madrina de generación? Sí, sucedió, sin yo explicármelo aún, me invitaron a serlo.

¿Co-crear una forma disruptiva de aprendizaje? ¿Yo? ¿La que no tiene nada de contexto académico? Pues nada, que sí se pudo. Ha sido de las experiencias más deliciosas que he vivido en cuestión de enseñanza. Me encuentro en mi elemento, el agua, que fluye y se adapta a lo que se va necesitando conforme se avanza en el proceso. Me encuentro en un cajón de arena donde puedo jugar en conjunto con los alumnos.

Diseñarlo no fue tan fácil, generar un caos ordenado que se pueda desordenar y reajustar a comando. Va funcionando, sigue evolucionando, sigo aprendiendo.

En últimos días me encontré en cierre de ciclo y recibí comentarios de lo más bellos y divertidos. Uno por ejemplo: “Te odiaba al principio, me obligabas a hacer cosas que me sacaban demasiado de mi zona de confort”. Importante notar que fue dicho en tiempo pasado, fue mencionado en mi cara (o algo así, fue vía Zoom), y pasado ese comentario llegó la conclusión misma de la alumna de que ya se siente más cómoda, descubrió cosas de ella y le sacó provecho a cada situación en la que “la puse”. (Si ya me conocen ¿para qué meten clase conmigo?).

Otro comentario que me hizo muy feliz… “Nunca sabía qué esperar, cada día llegaba a tu sesión a la expectativa, con incertidumbre, esperando la sorpresa”.

El que los alumnos sintieran incertidumbre y a la vez seguridad de que yo les daría sorpresa cada sesión, me parece mágico. Ellos verdaderamente creían que yo tenía todo fríamente calculado. Yo me adaptaba, yo improvisaba. Por supuesto con herramientas y bases previamente creadas. Pero no había un libro de jugadas, no había recetario, había ingredientes y yo iba combinándolos dependiendo del humor y las necesidades de mis comensales.

“Tus -check-ins- nos aterrizaban, nos obligaban a estar ahí”. Quizá a veces no nos damos cuenta de la energía que se requiere para tener a 30 personas enfocadas. Ahora intentar llevarlo a otro nivel, en el que se busque tener a 30 personas no solamente enfocadas sino inspiradas y creando.

Pasemos ahora a la contingencia y sus debidas consecuencias… la digitalización, la distancia, la desconexión.

Mantener una dinámica activa para 74 alumnos (el total que me tocó este bloque), seguir de cerca a cada uno y mantener la energía arriba, mientras la mayoría sentía ir en decadencia por la lejanía. No es tan fácil como parece. Y dentro de las posibilidades existentes con los medios disponibles, hice mi mejor esfuerzo.

Me la viví re-calculando. (Menos mal que tengo brújula integrada).

Hace unos años mis palabras eran “yo nunca”. Hoy mis palabras son “¿cómo sí?”.

Esto solo lo puedo hacer de esta forma y levantarme cada día con pasión por lo que hago, porque sé que estoy haciendo lo que es mi vocación hacer. Compartir.

Compartir vivencias, experiencias, datos, una que otra risa… Hago lo que está en mi naturaleza ser y hacer. Compartir “eso” a todo aquel que esté dispuesto a recibir. Dicen por ahí que dejar legado es plantar semillas en un jardín que nunca te tocará ver. Hoy por hoy, segura estoy de que ya hay algunos árboles en crecimiento, cuya sombra no podré disfrutar. Esto me parece maravilloso.

He tenido grandes maestros, los tengo aún y seguro seguirán llegando más. Agradezco infinito su existir.

Sin embargo el foco es mío en esta entrada, porque hoy, brindo por la maestra en mí. Pero mi más grande maestra siempre será la Penélope dentro de 1 año.

Siempre demostrándome cómo sí… porque vivo para transformar.