Penélope Haro > Bitácora > La vida > La fuerza del silencio
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Hace unos días una amiga de toda la vida me hizo favor de recordarme un encuentro que ya había olvidado. Unos minutos que simbólicamente fueron muy valiosos para mí y que por razones que sigo sin entender, había olvidado.

Todos los días hablamos, escribimos, intentamos expresarnos de una forma u otra. No por esto, nos comunicamos. El don de hablar no necesariamente implica comunicar de forma asertiva. Mucho menos cuando pones una barrera extra, el lenguaje.

La lógica nos dice que no podemos entendernos si no hablamos el mismo idioma. Mucho menos si no hablamos. ¿Correcto?

Bendita ignorancia

Marcel Marceau fue el más grande mimo de todos los tiempos, inició su actuación para las tropas francesas de ocupación, después de la Segunda Guerra Mundial. Después de probar las delicias de hacer a la gente reír, decide estudiar de forma profesional en el Teatro Sarah Bernhardt de París.

Este mimo en particular únicamente utilizaba su cuerpo como instrumento pues era el que sabía estaba garantizado a obedecer sus comandos. Las expresiones e interpretaciones que este hombre lograba no tenían paralelo. Te podía hacer sentir más que muchos poetas, más que muchas canciones.

Me parece que en el año 1999 ya cercano al 2000, Marcel Marceau vino a Guadalajara y tuve la oportunidad de verlo muy de cerca. Fue un espectáculo maravilloso, reí, lloré un poco quizá, pero seguí riendo después. Recuerdo haber estado sorprendida de lo bien que había entendido sus historias. Yo tendría aproximadamente 14 años en ese entonces.

Al día siguiente yo me encontraba en una plaza muy cercana al teatro donde se había llevado a cabo el show la noche anterior, mis papás estaban haciendo compras en una tienda mientras yo esperaba en una banca en la sombra.

Junto a mí, había un señor de avanzada edad con atuendo curioso para mí, no era común ver personas vestidas con tanta propiedad en mi ciudad. Con traje, chaleco, sombrero, pañuelo, reloj colgante a la vista, curioso personaje. Él leía el periódico. Yo lo observaba (Interés).

Siendo una adolescente de 14 años, lo mío no era la discreción obviamente y el buen hombre se dio cuenta que yo lo miraba fijamente. Me sonrió, asintió su cabeza en forma de saludo, yo hice lo mismo (Conexión). Lo seguí observando. Decidió mostrarme lo que leía, y era una noticia sobre la presentación de Marcel Marceau la noche anterior, él sonreía y señalaba el periódico y la nota, me hacía señas… Empecé a notar que no hablábamos el mismo idioma y puse más atención.

Su insistencia con la nota me llamó la atención y por fin entendí que lo que me intentaba decir era que ÉL era Marcel Marceau… Cuando vi sus facciones a detalle, no me quedó la menor duda (pues yo lo había visto con maquillaje, muy diferente la expresión que generaba). Como pude le di a entender que yo había ido a su show y que me había gustado mucho. Ya me puedo imaginar la escena… dos personas sin hablar, solo riendo, haciendo gestos muy emocionados en medio de la plaza llena de gente (Comunicación). A pesar de no estar en personaje, él jamás pronunció palabra, y no sé cómo, pero nos entendimos. Fue muy especial.

Mis papás me hablaron a lo lejos, me despedí del buen hombre, fui corriendo con mis papás para decirles que era Marcel, y lo alcanzaron a ver a lo lejos, lo saludaron pero no se animaron a acercarse.

Recuerdo que me emocioné tanto pero hasta después de haber racionalizado todo lo que había ocurrido, en el momento solo me dejé llevar muy tranquila. Después no podía con la emoción.

No solo en esa ocasión, sino en repetidas veces en mi vida, he descubierto que uno puede hacer conexiones más fuertes cuando guarda silencio. No es necesario el mismo lenguaje, es necesario el corazón.

“El silencio es infinito como el movimiento, no tiene límites. Para mí, los límites los pone la palabra” – Marcel Marceau- 1923-2007

Gracias Norma por recordarme este episodio