Penélope Haro > Bitácora > El espíritu > La indudable liberación de ser “imperfecto”
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Inhalo profundo, exhalo calor… Repito por los siglos de los siglos o hasta que las Nornas del Destino corten el hilo y cese la respiración. Entro en un delicioso trance mientras escucho “Kapadokya” de Mercan Dede, y gustosa me visualizo paseando por la rocosa ciudad turca cubierta de luz e historia. De golpe recuerdo que me encuentro escribiendo algo que se supone debo decir y regreso mi foco a ello. Distraída y lo que le sigue.

Hablemos de icebergs…

Alguien muy significativo para mí, me aludió a reflexionar (aunque quizá no sabe que siempre lo hago y que lo difícil es parar), señaló una serie de factores que él veía en mí que quizá para otros eran invisibles. Me pareció sorpresiva y prácticamente inverosímil toda palabra que escuché de mi interlocutor. De alguna forma había logrado ver el iceberg completo. Donde la gran mayoría solamente ve la punta, y la interpretan desde una perspectiva digamos…tierna. Donde quizá se ve una imagen de fuerza, alegría perenne y seguridad.

Ahora, debajo de la punta de ese curioso iceberg… Hay más, hay horas de trabajo, hay desvelos, hay mares llanto hasta que no hubo más motivos por los cuales llorar. Hay esfuerzo, heridas, sí por supuesto hay muchísimas carcajadas, bellísimos recuerdos que nadie jamás conocerá, traiciones, migrañas por montón, hay miles de horas de música, mucha comida, hay diálogos de películas que me he aprendido de memoria, hay canciones que nadie me escuchará cantar, bailes que deben agradecer ustedes nunca verán… Cualquier tipo de inseguridad que exista…Hay. Desde marketing hasta ocultismo…Hay. Una constante planeación de posibles escenarios para toda posible situación… Hay. Soledad…Hay. Felicidad…Hay.

“Porque conozco la desesperación, valoro la esperanza

Porque he probado la frustración, valoro la realización

Porque he estado solo, valoro el amor” -Leonard Nimoy

Lejos de ser un inventario de lo que “hay”, esto para mí fue un incentivo para exponer de forma abierta algo sobre la imperfección y cierto paradigma que hay con ella.

Si yo hablo desde una perspectiva de la cultura global, existirá un punto de comparación con lo que consideramos “perfecto”. La vida perfecta, el cuerpo perfecto, la casa perfecta. Por ende todo aquello que no encaje en ese reducido rango prediseñado por minorías, será “imperfecto”. Aquí incluyendo el “qué dirán”, o el “cómo debes comportarte”.  Personalmente me parece aburrido. Nefario. Meramente escabroso.

Ahora, si me enfoco en algo que me apasiona, la alquimia; ahí se habla de que en nuestra “imperfección” ya somos perfectos, que lo que debemos hacer es recordar que lo somos. Pues es nuestra naturaleza ser quienes somos y es absurdo pedirle peras al Olmo. Obviando por supuesto que este paradigma tiene más profundidad de la que parece, pero en su simpleza, me resulta bello. Quizá dejarías de sufrir comparándote con otros, buscando metas predefinidas y te enfocarías tal vez en lo que verdaderamente importa… Tu propósito y tus metas personales. Tu legado.

Hablando de la vida perfecta… ¿Buscamos o huimos? Es fácil confundirlo.

Independientemente de cuál sea tu perspectiva sobre la perfección, sigamos ahora con las fracturas… Las cicatrices que va dejando la vida, sin importar raza o sexo, ni religión. Pueden ser físicas o emocionales, sea cual sea el caso, la pregunta es simple ¿Por qué esconderlas?.

“La cicatriz es el lugar por donde entra la luz” Rumi

Hablemos ahora del Kintsugi…

Una técnica japonesa de reparación de cerámica que se remonta a finales del siglo XV, básicamente se trata de arreglar fracturas en las piezas con barniz de resina espolvoreado con oro, plata o platino. Esto forma parte de una filosofía enfocada en resaltar la historia del objeto, dando pie a que cada grieta debe mostrarse en lugar de ocultarse, incorporarla como parte del embellecimiento del objeto mismo.

Este concepto se relaciona con la resiliencia, convirtiéndonos en artesanos de Kintsugi, que logramos restaurarnos de manera constante ante las vicisitudes de nuestro por venir.

Cada grieta en nuestro ser vale oro, y nos vuelve más fuertes y si restauramos correctamente la pieza, nos suma a nuestra belleza interior.

Seré honesta, cada oportunidad que he tenido de ver en algún museo piezas de Kintsugi, me quedo maravillada y realmente considero llevan más belleza que en su estado original. Me encontré con esta técnica hace unos 8 años y me enamoré.

En esta ocasión como un ejercicio para salir de mi zona de confort, decidí organizar una sesión fotográfica para hacer un retrato de mí misma, representando precisamente el “Kintsugi de Penélope”. Dejando explícita de forma visual las fracturas y su correspondiente reparación, como parte de liberarme de esa pantalla o fachada de “todo está bien”. No, no todo está bien, solo soy excelente navegante y decente alfarera (figurativamente hablando, por favor no me contraten de capitán ni para hacer jarritos).

Agradezco a quienes exploran conmigo y me acompañan en mis locuras… En este caso a Alberto Magno en Fotografía e Iluminación, y a Denisse Fuentes en Estilismo. Mostraron exitosamente a alguien que no está acostumbrada a ser vista. Cuando me miré al espejo con el Kintsugi en mi rostro y cuerpo, sonreí… Y dije “Sí, ahí estoy”.

KINTSUGI PENÉLOPE

 

Me parece sumamente liberador demostrar que se es imperfecto, aceptarlo y enfocarse en las fortalezas (que también las hay). No seguir caminos predefinidos, sino crear los propios, explorar como el loco que parece que no tiene rumbo, pero que sabe perfectamente a dónde va… hacia el horizonte y un poco más allá. Lograr que tu vida tenga sabor umami, ese quinto sabor que es tan difícil de describir y que solo algunos sabemos replicar. Cambiante, profundo y que no se olvida jamás.

Diría la última versión cinemática de Merlín “Cualquier tonto puede morir, para vivir se necesita imaginación”. – Maldita – Netflix

A vivir… con todo y fracturas.

 

Gracias a ese ser repleto de Nada que me inspira siempre a más…