Nadie nace sabiendo ser un buen jefe, mucho menos un gran líder. Creo que la diferencia es que un jefe dirige a su equipo de forma estratégica hacia un objetivo específico, mientras que el líder inspira y genera nuevos líderes que crearán cambios de mayor impacto a largo plazo, igual, hacia un objetivo específico, pero quizá más grande.
Quizá un jefe tiene por objetivo cumplir con las metas financieras del mes, mientras que el líder tiene por objetivo lograr un cambio de mentalidad en su equipo antes de que el mes termine.
En mi experiencia he tenido la fortuna de tener excelentes líderes y terribles jefes. Eso me ha servido de ejemplo para saber qué sí querría repetir yo cuando tuviera gente a mi cargo y qué jamás querría ocurriera dentro de mi organización.
Hace algunos años, tuve la oportunidad de comenzar a dirigir mi propio equipo, y coincidentemente empecé un jardín de forma simultánea.
Por años había visto cómo se cuidaba una planta, pero jamás lo había hecho yo directamente. La teoría y la práctica distan mucho en realidad.
Mis plantas podían morir por sequedad o por exceso de riego, a veces las quemaba con abono excesivo o químicos muy fuertes (todo con la mejor intensión, pero con el peor resultado), la falta de constancia podía dejar mi pasto muy amarillo y en ocasiones con la necesidad de reponer partes del mismo pues se habría quemado ya.
Tuve que aprender sobre balance, sobre técnicas, sobre temporadas, sobre cómo filtrar la tierra y cómo abonarla de forma natural. Cómo cuidar el jardín de plagas y qué tanta agua es suficiente. Tuve que ensuciarme las manos para re-plantar mis albahacas, tuve que quitarle caracoles a mis cebollines, incluso tuve que podar mis lavandas con la esperanza de que crecerían de nuevo.
Aprendí a anclar un árbol, a nutrirlo y a sanarlo. Pero por supuesto, esto me llevó años de práctica y mucho estudio.
Lo mismo me pasó con mi equipo. Primero saber cómo contratar, cómo balancear habilidades y temperamentos, cómo inspirar a cada tipo de persona a moverse sola y auto-gobernarse. Los jardines que ganan premios no son los que se renuevan cada 6 meses, sino los que son nativos en su hábitat y bellos de una forma más salvaje y perenne. Lograr eso con un equipo de personas, no es tarea fácil… Entender que la sobre-contratación mata a la empresa, así como la sobre-plantación mata al jardín (se acaban los recursos). Entendí cómo el exceso de capacitaciones podía tronar a mi equipo, así como el abono químico quemaba a mis plantas… tuve que hacerlo más orgánico y constante.
El exceso de presión a mi equipo, era como el exceso de agua (los ahogaba) y también el exceso de ausencia de mi parte (hacía que se secaran). Tuve que aprender a balancearme.
Entendí de la importancia de prestar atención a cada elemento, sin desatender al jardín completo.
Hoy mi jardín aunque pequeño, es verde, fructífero y bello. Mi equipo, ya no es tan verde…
Gracias a todas las plantas que se sacrificaron por mi aprendizaje. Al final, entendí.