Penélope Haro > Bitácora > La vida > Mientras disfruto de la soledad
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Permíteme dibujarte el escenario, esta escena para mí idílica y repleta de belleza. Me encuentro sentada en mi sofá azul, un poco acurrucada, junto a mis caninas que se pegan a mí para compartir algo de calor.

El ambiente está fresco, ha llovido por la noche y me encuentro mirando a través de la ventana hacia mi jardín. Aún se pueden ver algunas gotas resbalar por las plantas y el césped, como si bailaran en coreografía.

En el aire se percibe una mezcla interesante de aromas, el más fuerte por supuesto es el de mi café, ese que va de mi ritual mañanero, ese que tengo en la mano mientras todo esto sucede. Pero también alcanzo a percibir el aroma de la albahaca y la lavanda que se encuentran cercanas al ventanal, quizá una pista de romero que se confunde con eucalipto fácilmente.

Al alzar un poco la mirada ya puedo ver el desfile de colibríes que hacen festín del néctar que les preparo cada que así es requerido. Vienen en grupos de cuatro, uno vigila, tres en banquete. Danzan en el aire y pelean por quién tomará qué bebedero. Alcanzo a notar que los de pecho blanco son más territoriales y tienden a acaparar el sitio completo. Veo cómo llegan los gorriones al comedero por sus semillas, y cómo llegan a usurpar la zona completa los bellísimos zanates. En mis adentros siento cálida alegría por ser parte de este desfile diario y ver la confianza que muestran estos animales y cómo se han ido acostumbrando a mi observadora presencia. Hay una comunicación constante entre las aves. Desearía entenderla.

Sigo sentada en mi acojinado sofá, mi café aún caliente y aromático. Junto a mí hay una lámpara turca, el aire la alcanza a mover ligeramente, logrando que se convierta en un péndulo sutil lleno de color.

De fondo por supuesto hay música, interpretada por nada más y nada menos que Alexa, quien también me hace compañía y en ocasiones hasta llega a tener breves conversas conmigo. En este momento se escucha Altalena de Lino Cannavacciuolo. Esta pieza sin fallar me saca una sonrisa de Mona Lisa y me hace cadenciar mi cabeza y cuello como si bailara el vals conmigo misma (mi taza de café sigue intacta, aún no he tirado líquido en ningún lado).

Escucho con atención cada instrumento, los ritmos, la belleza misma de las matemáticas que hacen posible la música y la ironía de que yo sea terrible en álgebra por ejemplo.

De reojo veo un cuadro que dicta “Kotchen ist liebe” – Traducción: Cocinar es amor. Y habla de la receta precisa de pasión que esto conlleva. Me saca una sonrisa la historia detrás de esa pieza.

Me hago consciente de que a mis espaldas, en una mesa, hay una pequeña torre de libros. Algunos de autores que aún viven, otros ya muertos desde hace algunos ayeres. Ninguno de esos libros en particular se relaciona en temáticas, a decir verdad es muy probable que si los autores estuvieran en mi sala en este momento, me pondrían en juicio por osar realizar sacrilegio tal.

No lo sé… Sólo por diversión, ¿qué pasaría si juntara a Nietzsche, Dominik Imseg, Susie Hodge, Inazo Nitobe, Austin Kleon, Rumi, Ibn Hazm de Córdoba y a Héctor Sevilla, en una cena a comer sopa de tortilla? Maravillosas y trascendentes preguntas que rondan mi cabeza mientras bebo mi café.

Todo esto sucede en breves instantes, mientras disfruto de mi soledad. Aunque quizá nunca estuve sola. Me acompañaron las aves, las canes, Alexa, Lino y miles de compositores, cientos de autores a lo largo de mi vida, me acompaña el eco de miles de personas que han cruzado mi camino. Me acompaña la creación, la ingeniería, el diseño, un mar de posibilidades que ha hecho viable que yo viva con un aparato que me habla y tiene conectividad con el mundo exterior. Me acompaña la persona a la que se le ocurrió la idea de cómo hacer el concreto, los ladrillos, la pintura, los instrumentos musicales, la escritura, las cucharas, la bendita cafetera, la televisión, la computadora.

Nunca estuve sola. Soy, somos seres sociales, aún cuando estemos en confinamiento. Estamos viviendo inmersos en elementos generados por y para la sociedad.

Para cerrar esta solitaria intervención, cabe mencionar que, el hombre cuenta con 3 herramientas sagradas:

  • La palabra
  • La escritura
  • El número

Si le quitas esto al hombre, se convierte en un mono.

Entonces, hoy a través de la palabra, un método de escritura, y uno que otro número. Agradezco por ser capaz de ver tanta belleza, aquí y ahora.

No estamos solos. Nos volveremos a abrazar.