Penélope Haro > Bitácora > La carrera > ¿Se puede hacer branding sin caer en el ego? Spoiler: sí
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El ego disfrazado de estrategia

Pocas cosas activan tanto al ego como construir una marca personal. Todo parece estar diseñado para inflarlo: seguidores, logros, validación, likes, reconocimiento, visibilidad.
Y sí, claro que se vale disfrutar lo que uno construye. El problema aparece cuando el branding se convierte en un altar al yo idealizado, y no en una plataforma para expresar una visión auténtica.

Cuando tu marca se convierte en un personaje que solo existe para ser admirado, ya no estás comunicando: estás proyectando.
Y el ego, aunque sabe vender, no sabe sostenerse sin aplausos. Por eso se agota. Por eso necesita cada vez más.

Diferenciarte no es sobreponerte

Uno de los mitos más frecuentes del branding es que para destacar, tienes que ser “el mejor”, “el único”, “el que más sabe”, “el referente”.
Eso puede sonar inspirador en un pitch de tres minutos, pero a nivel emocional, suele alimentar una narrativa de escasez. Una en la que solo hay espacio para brillar si los demás se apagan un poquito.

Una marca madura no necesita gritar para destacar.
No compite desde la superioridad, sino desde la profundidad.
No se impone, se expresa.
Y eso es mucho más poderoso que cualquier estrategia basada en validación externa.

La autenticidad como antídoto

La mejor manera de evitar que el ego tome el volante de tu marca es construir desde la autenticidad.
Y no, no hablo de la autenticidad “curada” para parecer más humana. Hablo de la versión real: esa que sabe que no todo está resuelto, que se permite mostrar el proceso, que reconoce límites sin dramatismo.

El ego necesita demostrar. La autenticidad solo necesita estar.
Y cuando estás, sin pose, sin pretensión, sin necesidad de convencer… el otro lo percibe. Y se queda.

Lo que el ego calla, la marca verdadera dice

El ego quiere aprobación. Pero la marca con conciencia quiere conversación.
Y en una conversación honesta, hay vulnerabilidad, escucha, contradicción.
Tu branding no tiene que ser perfecto. Tiene que ser congruente. Tiene que dejar espacio para que el otro se acerque, no solo para que te admire desde lejos.

Mostrar tus procesos, tus decisiones, tus “esto aún no lo tengo claro” no te hace débil. Te hace habitable. Y las marcas habitables son las que generan comunidad real.

Menos pedestal, más puente

Construir una marca sin caer en el ego no significa volverte invisible o “bajarte el brillo”. Significa usar tu voz para abrir camino, no solo para lucirte.
Significa pasar del branding como performance al branding como punto de encuentro.
Y eso, aunque no siempre es inmediato, deja huella. Porque lo humano —lo que de verdad conecta— nunca necesita exagerarse.

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