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Mi amigo el Mago (quien por cierto es martillero en subastas) dice que una colección empieza desde una primera pieza y el deseo u obsesión por conseguir más. No siempre es la cantidad misma la que define el valor de una colección, sino lo especial y auténtica que pueda llegar a ser la misma.

Desde que tengo memoria he coleccionado cosas… Cuando era niña coleccionaba pequeñas figuritas peruanas de cerámica en forma de animales, una por cada vez que visitaba una expo en particular. Llegué a tener un zoológico completo.

Coleccioné Polly Pockets, y claro, jugaba con ellas pero las cuidaba como si fueran oro puro y a la fecha esa colección está en resguardo esperando cotizarse supongo, no lo sé. Solo está guardando polvo.

Coleccioné canicas, horas y horas de diversión de jugar con ellas y observar las caprichosas figuras que se formaban dentro de ellas. Tuve un ejército.

Pines…muchos pines, de todo lo que pudiera ser, sin importar si promocionaba una marca, un equipo o un simple color. Pines por montón.

Bloques de madera, como si fueran dados pero solo de madera… Construía castillos enteros con ellos. Algunos costales de ellos llegué a tener.

Películas y música – Mi mayor alegría. Mayormente de fantasía y ciencia ficción, cualquier tema que sacara de la realidad.

Como adolescente inicié distintas colecciones un poco más costosas… Inició la colección de lámparas extrañas, algunas de lava, otras de energía, otras magnéticas y una que otra de puro silicón. Formas creativas de iluminar una habitación.

Inicié coleccionando velas, de todos colores, aromas e incluso sabores (sí, las probé)… Siempre buscando formas de iluminar y aromatizar el ambiente. (Sí, las usé—TODAS). Habré tenido más de 100.

Llegaron los dragones, estos seres mitológicos que me acompañaban desde la infancia y que me inspiraban sabiduría y temple. Empezó otra colección… una muy valiosa. Tuve piezas muy especiales que en México no se encontraban en aquel entonces (incluso a la fecha no son comunes). Quien me conocía sabía que en su momento no podían tocar esas piezas, eran demasiado valiosas.

Los soundtracks… Sabes que tienes un problema cuando sabes qué track del álbum de una película se está escuchando en un momento dado. Sí, instrumental. Mi mayor escape. Los soundtracks. Incluso alguna vez hice un podcast llamado Soundtracker, en el que hablaba de las películas y su música, compositores, géneros y demás.

Películas hoy quizá tengo arriba de 1,200 … y lejos de completar la colección. Soundtracks, perdí la cuenta, pero sé que me faltan mares de música por conseguir aún. Este es amor verdadero y ese NUNCA se acaba…

Mi última colección es una que pocos entienden: Minerales. Para mis amigos colecciono “piedritas”… Encuentran un pedazo de cemento y me lo quieren traer para agregarlo a mi conjunto. Probablemente el capricho más caro que a la fecha he tenido, pero también de los más interesantes. Ver minerales y piedras preciosas y semi-preciosas en su estado natural es para mí maravilloso. Estas piezas me parecen más bellas que cuando veo un rubí montado ya pulido en un anillo. Yo veo al rubí por lo que es.  Hace meses supe de una gema llamada Labradorita, que proviene de Canadá. Si la ves contra el sol es un pedazo de piedra sin chiste, casi con lodo. Si la tomas de frente y juegas con ella, encontrarás iridiscencia de tonalidades diversas. Casi puedes ver una galaxia en tus manos. ¡Simplemente mágica! Y lo más cómico de todo es que es bastante común. Me atrae esa yuxtaposición de simpleza y complejidad en una sola pieza.

Pero no me quiero desviar del tema… Hoy hablamos de colecciones y no de “piedritas”.

¿Para qué son las colecciones? ¿Para guardarlas y resguardarlas? ¿Qué nadie las vea?

¿O quizá pueden ser para compartir? Compartir algo valioso con alguien valioso. Quizá en ocasiones muy afortunadas termines compartiendo con alguien que tiene ese gusto en común. Pero independientemente del tema o propósito de cualquier colección, creo que lo básico, la raíz de todo es compartir.

Quizá para ser una “ávida coleccionista” soy muy desapegada de mis colecciones…

Hoy solo me acompañan 3 colecciones… Las otras fueron obsequiadas a personas que las valorarían más en ese momento. Debo decir que no siento la más remota melancolía por las piezas que ya no me acompañan. Cumplieron su propósito y ahora alguien más las disfruta.

¿Por qué a veces valoramos tanto un pedazo de plástico o metal? ¿Una roca? ¿De verdad?

¡No valen nada!

Con quien decides compartirlo, lo vale TODO.

Quizá debí mencionar que también colecciono amistades de alto valor, y son tan raras que definitivamente debe ser mi colección más valiosa. Nadie la conoce, no se sabe quién la compone ni por qué. No hay más de 8 elementos constituyéndola. Cada elemento es único e invaluable a su manera. Por ellos… todo lo material es irrelevante. Colecciono los buenos momentos que pasamos juntos. Colecciono las palabras que me dijeron, las charlas que tuvimos y las historias que compartimos.

Hay colecciones a las que uno no puede renunciar… Esta última, es una de ellas.