Indómita

  • penelope@ochomarketing.mx
  • El espíritu
  • No hay comentarios

Cada día me es más evidente lo ritualista que soy, pongo incienso, velas, mi bebida y música de fondo. Hoy inicio este escrito escuchando a Miles Davies, que en conjunto con John Coltrane, Cannonball Adderley & Bill Evans logran una pieza sublime, llena de subidas, bajadas, alma e improvisación, la melodía se titula “So what”. Escucho cómo el saxofón funge como si fuera una voz, que lleva una charla fluida y cuenta una historia que siempre está a punto de llegar al clímax, pero siempre tiene más que contar.

En el remoto caso de que no quede claro de qué estoy hablando, estoy escuchando jazz. Sí, ese género tan polémico en ocasiones y que en definitiva no es para todos. Algunos nacen con el oído para ello, otros lo consideran un gusto adquirido y otros tantos simplemente escuchan instrumentos continuos sin ton, ni son.

El jazz es bravío y ligero. Gusta de fluir. Entiende de estructuras y por ello sabe cómo romper las reglas. Me identifico con esto.

Desde que tengo memoria he sido “la que no encaja”, aquella que habla de temas extraños o poco comunes como la mitología universal, esa que llora cuando nadie lo hace o la que se enoja cuando todos se divierten. Ella quien podía estar rodeada de gente y convivir como persona decente, pero disfrutar más cuando jugaba sola.

Ser la clásica hereje de 10 años que preguntaba “¿Quién creó a Dios?” y a la que amablemente pedían que ya no hiciera preguntas incómodas.

Me han pedido que calle, que vista de cierta forma, que hable de tal manera, que no levante la voz, que module mi risa, que peine mi cabello, que suba de peso, que baje de peso, que estudie y que deje de estudiar. Me han pedido tantas cosas…

Siempre hay expectativas que “llenar” pero que en realidad no tienen llene.

En ocasiones se piensa que uno es un ser rebelde, que lo único que busca es llevar la contra con tal de no cumplir tal o cual expectativa, o solo por no ser parte de una estadística. Pero me parece que incluso eso, no es digno de un ser indomable. Llevar la contra solo por no dar gusto a otros, es ser su esclavo. Se depende de su polaridad.

Un ser indómito, es un ser libre. No se somete. Así como el jazz, que no se somete a ciertas métricas, pero que no por eso carece de estructura.

Me he detenido a observarme, y me siento muy plena al ver que lo que he ido construyendo en mí misma con los años, o mejor dicho, lo que no he permitido que se deconstruya, mi espíritu. Mi naturaleza está intacta. Lo que me nace hacer, lo hago. ¿Me equivoco a veces? Me equivoco, pero aprendo. ¿Tengo éxitos? Los tengo y los disfruto.

Me expreso libremente, hago uso constante del pensamiento crítico y lo comunico de la manera más asertiva que me es posible. Veo los escalones que he subido, todos y cada uno de ellos me han costado un tremendo esfuerzo, una que otra lágrima e infinidad de aprendizajes. Son mis escalones. No se comparan con los de otros. ¿Son pequeños? Quizá. Pero son míos, y sigo subiendo.

Indómita de espíritu y de pensamiento, yo que aún creo en el romance, pero que definitivamente busco responsabilidad afectiva. Así como Mafalda, no paso un peine por mi cabello. ¿Para qué? Chinos son, chinos serán. Amante del orden y la limpieza, a quien tampoco podrán controlar. Vivo en mi cueva y soy feliz. Aprendí a hacerme compañía y a disfrutarla de sobremanera. Puedo bailar y cantar cuando me nace. Cocino mis antojos y me apapacho con comida de confort. Río a carcajadas y quizá sólo asuste un poco a la gata que cohabita conmigo. Trabajo en lo que amo, he construido un hogar que en realidad es casi un santuario para mí. Cada pieza de mi vida me genera placer.

Y aunque no siga las estructuras que me dictaron a seguir, voy al ritmo del jazz, creando una estructura propia, porque esa soy yo … y está perfecto.

 

¿Qué pasaría si nos diéramos permiso de romper los moldes?

Si no cumpliéramos con las expectativas posadas sobre nosotros ¿El mundo se acabaría?

¿Será que andaríamos más ligeros?

 

— So what? —

indómito, -ta

  1. Que no está o no puede ser domado o domesticado.
  2. persona, espíritu que es difícil de someter o controlar