Penélope Haro > Bitácora > El espíritu > Y entonces se hizo la luz…el conocimiento
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En los últimos días ha rondado mi cabeza un tema muy general, que poco a poco de manera obsesiva se ha tornado en una idea específica, o no tanto quizá. Por lo menos, fue motivo suficiente para ser plasmada en un olvidado hábito que jamás fue.

Estamos rodeados por ellos, los hay de todos tamaños, colores, me atrevo a decir que incluso de distintos olores. Sus texturas cambian y algunos son más seductores al tacto, otros más ásperos tal vez. Quizá los conocemos ahora gracias a Gutenberg, pero en realidad había versiones previas en la majestuosa Biblioteca de Alejandría, les llamábamos papiros. Hoy tienen un día de celebración internacional, tienen festivales, tiendas especializadas…por supuesto, hablo nada más y nada menos que de los libros.

Estos vehículos de conocimiento, canales de entretenimiento y pensamiento puro, listos y dispuestos a ser interpretados.

Toda mi madeja de pensamiento inicia con…un libro, por supuesto. Una novela para mi sorpresa. No es que debas saberlo, pero yo no acostumbro a leer novelas de ningún tipo, generalmente busco otro tipo de temáticas, cuestión de gustos, supongo. Pero aquí el punto es que una novela era, y en ella se hizo mención de otra pieza de literatura, un personaje de la misma para ser exacta. ¿Te suena La Historia Sin Fin? ¡Obvio! A menos que hayas vivido debajo de una piedra*, segura estoy de que la conoces por lo menos por mención.

Pues nada, yo leía encantada la referencia de La Historia Sin Fin, se comenzó a hablar sobre el dragón de la suerte, por supuesto se tenía que mencionar su nombre… Fújur … ¿¿¿QUÉ??? ¿Ese quién es? Paré mi lectura abruptamente, enojada por no decir enervada con el autor, por osar equivocarse en el nombre de mi querido Falcor. ¿Por qué cambiarle el nombre? ¿Qué clase de artimaña era esta? ¿Fue un artilugio premeditado para causar polémica quizá?  Nunca lo sabré…o sí.

Durante mi furia llegó a mí una certeza. “Es poco probable que el autor se equivocara en algo así”. Con esa duda me puse a investigar, y ni siquiera tuve que ir profundo, Fújur… Fújur es Falcor, Falcor es Fújur… El nombre literario original es: Fújur… La adaptación cinamatográfica fue: Falcor.

Mi tragedia no paró ahí. Pues yo había leído la novela cuando tenía unos 15 años, tuve en mis manos el libro, pasé sus hojas una por una, leí a Falcor en cada una de ellas… y Fújur jamás figuró.

Entonces mi furia se redirigió a alguien más (no sé muy bien a quién, pero ya no era al pobre incauto autor cuya novela yo leía). Ahora empecé a cuestionar todos los libros que había leído en mi vida… ¿Qué pasaba si ninguno tenía 100% veracidad acorde a lo que el autor escribió? ¿Qué pasa si lo adaptaron por la cinematografía? ¿Qué pasa si la editorial hizo de las suyas para hacerlo más comercial y tergiversó las palabras del autor? ¿Qué pasa si Tolkien jamás le llamó Gollum a Gollum? ¡Habré vivido una mentira! ¡Estaría viviendo una tragedia griega marca Televisa!

Así siguió mi tren de pensamiento… por días. Parte de la belleza de tener mente inquieta supongo. Algunos me diagnostican Asperger, otros Hiperactividad, algunos me dicen que tengo alma de filósofa… y mientras todo eso sucede, mi mente sigue procesando el drama de los libros… los libros… los libros.

Logré hacer una parada en alguna estación del tren de pensamiento y llegó la pregunta: ¿Cuál fue mi primer libro? Quitando los clásicos libros de colorear que tuve por montón, o de micro-historias, cuentos y demás… No logro ganar la batalla entre El Principito y Los Cuentos de los Hermanos Grimm. Tendría 4 o 5 años. Pero sé que no lograron hacer que leyera por gusto. Seguí avanzando en mi línea de tiempo… ¿Qué me hizo leer? ¿Qué me hizo amar la lectura? ¿Cuándo?

Mi descubrimiento fue un tanto irónico… A veces cuando uno está confinado es cuando más escapes creativos se buscan supongo. Caí en cuenta de que mayormente fue cuando estuve en un colegio con absurdo rigor religioso, en el cual jamás encajé (como buena hereje) y para escapar me iba a la biblioteca. Fui lectora del mes, por 1 año entero (el año que estuve ahí). Justo ahí leí La Historia Sin Fin (llena de mentiras, con nombres falsos…Fújur, Falcor…¡Bah!), leí muchos clásicos, aprendí sobre química y biología. Descubrí sobre la existencia del Señor de los Anillos… lo devoré como si no hubiera mañana. Toda la saga completa, sus extensiones y estuve cerca de aprender el lenguaje Élfico y de Mordor. (Sí desde los 15 años o antes ya era rarita).

Doy otro brinco en mi línea de tiempo, llego a la universidad, definitivamente no amé las lecturas, detesté los libros que me asignaban. Los leía porque era mandatorio, pero no lo amé. Entonces tuve que seguir avanzando …

Creo que finalmente el amor verdadero inició cuando yo tuve libertad de escoger mis libros, mis temas, autores. Libros han ido y han venido. Ya en otra entrada hablé de un gran regalo que me hicieron cuando descubrí a Sherlock Holmes, y de cómo ese libro tan especial desapareció de mi mundo.

Hoy mis libreros albergan creatividad, estrategia, comunicación, negocios, filosofía, ocultismo y por qué no… hasta el Libro de los Muertos Egipcio… o también el Libro de Enoc. Apertura ante todo.

Hay libros que llegan para ser leídos una vez y ser compartidos con alguien más. Algunos alumnos pueden confirmarlo, he pasado libros a través de los años (he perdido la cuenta). Hay otros que llegan con dedicatoria que jamás cruzarán el umbral de la biblioteca que ahora es su hogar. Unos son de consulta constante, otros me acaban de hacer consciente fungen más bien de tótems.

La belleza que encuentro en todo esto es que cada pieza, cada hoja, es un mundo abierto a interpretación y que cada lectura que se le da, puede generar una interpretación diferente, por ende un aprendizaje distinto.

En lo personal que manejo un serio problema de dislexia y disgrafia (lisdexia escribí primero), y que bien puedo decir “se atormenta una vecina” cuando en realidad quise decir “se avecina una tormenta”… Tengo un reto interesante, pues casi siempre debo leer dos veces la misma página para asegurarme de que entendí lo que se suponía que debía entender. De manera general, vivo dos historias simultáneas, o dos teorías simultáneas. Me pierdo fácil. Debo poner mucha atención. Una vez puesta toda mi atención, generar una interpretación y para así sacar las perlas de aprendizaje. Las pepitas de oro me gusta decir.

Sobra mencionar que lo que entendía hace un año, hoy lo entiendo de manera completamente diferente y lo percibo en distintos niveles, por ende vale la pena des-aprender y re-aprender. De esa forma siempre estaremos viendo luz… conocimiento.

Entonces creo que lo que quiero decir de una manera no muy escueta, es que los libros son seres vivientes, acompañantes de guerras, compañeros de llantos, secuaces en momentos “Eureka”. Deben amarse y respetarse. Verse como la tremenda luz que son.

“Sólo atravesando la noche se llega a la mañana” – Sam Sagaz. El Señor de los Anillos

Nota curiosa: He tenido oportunidad de conocer 2 de las Biblias de Gutenberg. Con ambas se me ha salido lagrimita. Impresas en 1440 aproximadamente… No me es sencillo explicar la sensación experimentada al estar frente a hitos de ese calibre.

*Si has vivido debajo de una piedra escríbeme, me interesa saber cómo lo hiciste.